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lunes, 7 de abril de 2014

La Batalla de Ica, conocida también como la Batalla de Macanona, se desarrolló en la fase conocida en la historiografía peruana.

La Batalla de Ica, conocida también como la Batalla de Macanona, se desarrolló en la fase conocida en la historiografía peruana como Segunda Campaña de Intermedios; campaña militar que estuvo bajo el mando del General Andrés de Santa Cruz. En este período, las fuerzas de Santa Cruz ocuparon las regiones de Arica (Chile), Tacna (Perú), Moquegua (Perú) y Oruro (Bolivia).

Sin embargo, a pesar de algunos triunfos conseguidos, al finalizar esta campaña representó un revés militar para los patriotas peruanos, ya que por un lado no lograron destrozar al ejército español y además se descuidó la custodia de la capital Lima. Este último hecho fue aprovechado por las fuerzas realistas que ocuparon la ciudad en el mes de junio de 1823.

En este contexto histórico el 7 de abril de 1822, se llevó a cabo la Batalla de Ica, combate en el cual las fuerzas del General español José de Canterac estaban conformadas por un ejército de 2000 hombres, distribuidos en 1400 de infantería, 600 de caballería y 3 piezas de montañas. Interceptaron las fuerzas patriotas al mando del General Domingo Tristán, quien se replegaba hacia la capital limeña con el fin de entrar en combate con las fuerzas españolas que habían ocupado Arequipa (Perú). Las fuerzas de Tristán estaban compuestas por 2244 hombres y 6 cañones.

Las fuerzas realistas ocuparon las inmediaciones de la hacienda Macanona, donde se encontraba el camino real hacia Lima, acción que les permitió que se preparara una emboscada al ejército patriota. A la una de la madrugada el ejército español atacó a la vanguardia de los patriotas, formada por el Batallón de Cazadores seguidos del Batallón número 2 de Chile; cuerpos militares que fueron dispersados por la carga de la caballería realista. 


Ante el ataque sorpresivo y la falta de organización para reorganizar y ordenar un contraataque, el ejército de Domingo Tristán fue dispersado y destruido por los realistas. Esta victoria táctica por parte del ejército realista, le permitió apoderarse de un parque de 3000 fusiles, así como también dejar desprotegida la capital limeña, que más tarde y sin resistencia alguna sería ocupada por los españoles.

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